A la derecha

Confieso que, desde hace algunos meses, uso regularmente Tinder.

Si bien al inicio me avergonzaba decirlo, hoy soy más desinhibido en el tema. No tengo tapujos en decir que, por esta aplicación, he conocido a algunas chicas y también me he permitido conocerme en otros aspectos.

Por ejemplo, me he dado cuenta de lo afanado que puedo ser con conocer a alguien, o de la química que creo se dió con alguien, pero que finalmente se diluye.

Y es que, sólo en dos ocasiones, he logrado hacer match con alguien a la altura de mis expectativas. Aquí no hablo de un sentido de belleza física, sino de superación, educación, y perspectivas de vida, como me gusta llamar a todo eso que hace que me atraiga e interese una chica.

Y el domingo por la noche fue la primera vez en la que me dijeron que habían tenido una “conversación real”. ¿Será porque casi todo lo que importa en esa aplicación es la apariencia?

Lo veo como un experimento social, aunque el que experimente social y sentimentalmente soy yo.

Veremos qué más depara esta manera nueva de conocer gente, ilusionarse y encontrar alguna química — de la que inicia con textos, y crece en el contacto persona a persona.

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